Apostillar: el calvario de los Venezolanos antes de emigrar

Falta de organización, poca información y sobornos de terceras personas es parte de lo que viven los ciudadanos a la hora de validar un documento para el exterior

La crisis política, social y económica que atraviesa Venezuela hoy día ha provocado la emigración de millones de venezolanos en los últimos años, situación que se agrava aceleradamente con el pasar del tiempo.

El 25 de octubre Carlota Castro (nombre utilizado para resguardar la identidad de la persona) tuvo su cita para apostillar sus documentos, el simple hecho de haber conseguido un cupo para poder hacerlo ya lo consideraba un logro debido a que generalmente la página web, correspondiente al Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores, se colapsa y son pocos los días en que se otorgan citas para realizar el proceso.

Los organismos encargados de gestionar los documentos para que sean válidos fuera del país son el reflejo de la situación: largas colas de venezolanos a la espera de ser atendidos protagonizan el día a día de las afueras de las entidades correspondientes.

Desde muy temprano y con poca información sobre los requerimientos para realizar el trámite, los ciudadanos amanecen en los organismos a merced de los sobornos de aquellos que se valen de los pocos cupos que entregan las instituciones con el fin de venderlos al mejor postor, según un recorrido realizado por El Impulso.

“Apenas llegué un joven me abordó, fue quien me indicó que se estaba haciendo otra cola. De una vez me dijo que ese día solo iban a atender a 100 personas, pero que él tenía el número 39 en la fila y que me lo podía vender por 10.000 bolívares”, explicó una mujer que prefirió mantenerse en el anonimato.

Los venezolanos califican como un logro el solo hecho de entrar a la oficina, debido a que la falta de organización reina en el lugar.

Transcurrieron las horas y al igual que en su primera cita debió esperar para ingresar, lapso durante el cual se generaron conversaciones con las personas cercanas en la cola, quienes en su mayoría tenían citas reprogramadas de otros días. El sistema caído fue común a lo largo del mes de octubre por lo que al menos cinco fechas habían sido reprogramadas para el jueves 9 de noviembre.

La cantidad de usuarios fue abismal, asombrando incluso a los mismos trabajadores, contó Castro. La lista para organizarse la habían hecho desde la madrugada y era la que estaban usando una vez en “el purgatorio”, sin embargo no faltaron “los vivos”, aquellos que a toda costa querían pasar primero a pesar de que no se habían organizado.

Castro aseguró que no faltaron las peleas y empujones, lo que provocó la molestia de los funcionarios quienes amenazaron con paralizar el proceso y atender solo hasta el mediodía.

Una vez lograron organizarse, el proceso comenzó a transcurrir con cierta rapidez, pasando cinco usuarios por turno.

“Es horrible la cantidad de personas, algunos con niños pequeños; la bulla, el calor y que ni siquiera abrieron los baños. Recorrí varios pisos buscando algún sanitario y todos estaban cerrados… al menos al público”, dijo.

Faltaban pocos minutos para la hora de almuerzo cuando la joven estaba cerca de la puerta para entregar sus papeles. “Parecía la procesión de la Divina Pastora porque había personas haciendo una cadena humana, como los celadores, para evitar que se metieran los `coleones`”.

Poder entrar a la oficina significó la gloria, el proceso le tomó si acaso un minuto; sentía que había alcanzado el cielo. Pero ahí no terminó todo, ahora debe esperar cerca de un mes para realizar un procedimiento similar para retirar sus documentos apostillados; aseguró que si bien era más tiempo de lo que estimaba al menos se sintió satisfecha porque pudo cumplir con una pequeña parte de lo que implica emigrar en estos días.

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